miércoles, 27 de mayo de 2015

María, la sirvienta. Capítulo 3: Sin dejar rastro


Como cada mañana antes de levantar a su señora, María ensayaba un rato su lectura en la cocina.

-Que historia más bonita, chiquilla-suspiró Elvira mientras pelaba patatas.
-Ojala fuera esas cosas que nos lees verdad-apoyó Doña Virtudes.

María sonrió ante los comentarios de sus compañeras y siguió leyendo durante un rato más, llevaba varios meses practicando la lectura y había mejorado considerablemente. Su señora había resultado ser una gran maestra a pesar de su ceguera, la escucha pacientemente y le corregía con cariño cuando se equivocaba.


Aunque María se había esforzado mucho en su propósito aún no conseguía llegar a la perfección que le pedía. Ante la curiosidad que le había generado la promesa de su señora, intentó averiguar qué era lo que había pasado. Pero por mucho que insinuó o dejó caer el tema no consiguió enterarse de nada. Desde entonces su cabeza no dejaba de dar vueltas a lo que la condesita, su señora Magdalena, le había dicho ¿Sería cierto que la habían querido matar? ¿Entonces estaba en peligro?

Un vez terminó la lectura que le tocaba ese día. Decidió que la mañana era perfecta para salir a pasear por el jardín. Estaban a finales de mayo y, aunque en Salamanca los veranos eran calurosos, la temperatura en primavera era de lo más agradable. Con este propósito salió de la cocina dirección a la habitación de su señora.


Antes de entrar en la dependencia le llamó la atención que la puerta no estaba cerrada del todo. Ella estaba segura de haberla cerrado la noche anterior. No obstante, pensó que quizás Don Fernando se había acercado a ver a la joven así que no le dió demasiada importancia. Al fin y al cabo la conocía desde niña y le constaba que le tenía aprecio.

Antes de entrar, María cuadró lo hombros y dibujo su mejor sonrisa. Desde hacía tiempo había observado que Doña Magdalena era capaz de intuir su estado de animo por la voz. Así que decidió que bastante desgracia tenía con su ceguera como para que se preocupase por ella.

No obstante, al abrir la puerta su sonrisa se heló en sus labios. Sus ojos descubrieron la escena más escalofriante que jamás se pudiera suceder. Ante ella estaba su señora tumbada en la cama totalmente desnuda, atada y amordazada. Su pelo negro cubría la almohada dando la sensación de un mar de mal en el que la desgracia navegaba como en su propio hogar. Pero lo que más le impactó a María, sin duda, fue el puñal que su señora tenía en medio del pecho. El mismo que aún bailaba con la respiración de la joven condesa. Petrificada ante aquella visión, María, clavo sus ojos en el reguero de sangre que emanaba del pecho de su señora y empapaba las sábanas. Es curioso como cuando estás en estado de shock eres capaz de percibir los detalles más siniestros como algo maravilloso.


Un grito amortiguado le hizo reaccionar. En ese momento, corrió junto a su joven señora con la esperanza de poder ayudarla. Seguía con vida y esperaba que se pudiera salvar.
Lo único que pensó fue en taponar la herida, era necesario que dejara de perder sangre para poder vivir. Sin pensarlo dos veces comenzó a hacer girones con las sábanas y en un torpe intento de tapar la herida colocó los trapos alrededor del puñal. Poco a poco las lágrimas fueron colmando sus ojos hasta que le impidieron ver con claridad. Entonces en ese momento, tanteó la pared en busca del cordón con el que su señora daba aviso.

Antes de llegar a alcanzarlo, notó un gran golpe que la llevó al suelo. La habitación estaba en penumbra pero aún así consiguió ver las botas de su agresor. Mientras intentaba ponerse en pie un segundo golpe le arrebató la consciencia.



El agresor no perdió ni un segundo en comprobar si había matado a la sirvienta, total una vida como la suya no valía nada, y huyó de la estancia sin dejar rastro.
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martes, 19 de mayo de 2015

María, la sirvienta.Capítulo 2. Olor de la miseria.


María siguió a Don Fernando a través de las escaleras de servicio, él le iba contando cuáles eran sus funciones, como debía comportarse en presencia de los condes y las reglas que debía respetar para conservar su trabajo. Cuando llegaron al segundo piso, el viejo mayordomo se paró frente a la puerta que daba acceso a las dependencias de sus señores. Por un segundo miró a María como si dudara de algo, pero antes de que ella pudiera devolverle la mirada enmascaró sus ojos en ese negro distante que lo caracterizaba.

-Quizás no debería decirte esto muchacha-dijo envarando su cuerpo-, pero ten mucho cuidado.
Al oír su advertencia, María levantó su mirada. ¿Por qué todo el mundo le advertía sobre su nueva señora? ¿Qué habría de malo en ella?
-Gracias por el consejo, lo tendré en cuenta.



Sin devolverle la palabra Don Fernando abrió la puerta y le indicó con un gesto que pasara primero. María quedó sorprendida con lo que sus ojos descubrieron al traspasar aquel umbral, parecía que sin previo aviso había cambiado de mundo. Estaban en un pasillo enorme donde las paredes estaban arropadas por tapices y las lámparas de arañas brillaban teñidas por la luz del sol que entraba por los ventanales. Antes de continuar su camino, Don Fernando le explicó cómo debía distinguir la puerta, ya que estaba oculta por un fresco en la pared. No cabía duda de que los Condes de Vallesol tenían mucho dinero, en aquella estancia no faltaba ningún detalle.

Caminaron por el pasillo mientras ella miraba de reojo el jardín al que daban los ventanales, por un momento deseó que la nieve que ahora lo cubría se fundiera de repente y que en el brotaran millones de flores que lo adornaran.

Al llegar a la habitación de su señora, Don Fernando tiró de una de las hojas de roble que pesada les cedió el paso. El olor que salió de la estancia le abofeteó con fuerza haciendo que todo lo que tenía a su alrededor perdiera la belleza con la que se había maravillado.

-Pero...
-La señora no permite que nadie se acerque a ella desde cayó en desgracia-contestó Don Fernando como quien confiesa un crimen.
-¿Cómo? ¿Cuánto tiempo lleva la señora en este estado?-preguntó en un susurro la muchacha.
-No sabría decirle con seguridad, los días pasan y no llevamos la cuenta. Lo que sí puedo asegurarle es que una vez a la semana se le obliga a bañarse y aseamos la alcoba.



Durante unos minutos María miró al hombre con desprecio, ¿cómo podían tener a la joven condesa en esas condiciones?
Sin pensárselo dos veces la muchacha llenó de aires los pulmones y se dispuso a entrar en la habitación. A tientas llegó hasta las ventanas, donde necesitó un gran esfuerzo para retirar las cortinas. El panorama que se descubrió a su alrededor fue desolador. En la habitación no había nada en su sitio, la comida se estaba pudriendo entre las heces y la ropa que había en el suelo. Antes de quedarse sin aire en los pulmones, María abrió la ventana que tenía al lado haciendo un gran ruido. De las sábanas revueltas apareció una muchacha que más que una joven parecía una abominación. Llevaba el pelo sucio y cortado a mechones irregulares. Su ropa estaba rasgada y debajo de la mugre de su rostro se podía distinguir moratones.

«Pobre criatura» pensó María con pena. Pero antes de que acabara su pensamiento la joven condesa se puso a gritar como un animal. Estaba fuera de sí y aunque no sabía muy bien dónde dirigirse, tanteaba a su alrededor en busca de algo para lanzarlo.

-¿Quién eres? ¿Quién hay ahí? Se lo que quieres maldito bastardo, pero juro que conmigo no podrás.

María la miro sorprendida, ahora entendía que le dejaran desatendida, por lo que veía la joven tenía un carácter bastante fuerte. Miró a la puerta y Don Fernando había desaparecido. No supo muy bien porque pero no le sorprendió parecía que habían dejado a aquella muchacha abandonada como si fuera un animal. Al pensarlo María comprendió perfectamente cómo se podía sentir la joven, no solo se había quedado sin la vista sino que además nadie se acercaba a ella. Observó por un momento a la joven condesa lanzar objetos contra la nada. Con un suspiro, María pensó que no iba a tenerlo nada fácil pero aún así ella no se amilano. Intentando hacer el menor ruido posible se acercó a su nueva señora y le quitó el cojín que llevaba en las manos.

-Disculpe, señorita, no creo que con un cojín de plumas pueda usted hacerme mucho daño.
-¿Quién eres zorra? ¿Vienes a matarme? Porque juro que como te acerques te estrangularé con mis propias manos.
-Mi nombre es María, señorita y estoy encantada de conocerla-contestó omitiendo su amenaza.
-Tu nombre es zorra y que sepas que no eres nada. ¡Vete de aquí!-gritó la joven condesa fuera de sí.

María la ignoró mientras abría las ventabas, aquello estaba hecho un asco y desde luego no pensaba dejar que se quedara así por mucho tiempo. Antes de ponerse a recoger, pidió que le subieran todo lo necesario para poder limpiar la estancia. Era una suerte poder contar con una campanilla para avisar a sus compañeros.

Con el paso de los días la joven condesa se fue acostumbrando a que ella estuviera en la habitación. Lo notó porque su señora, aunque seguía llamándole zorra en vez de por su nombre, ya no temblaba cuando le oía ni gritaba tan fuerte como al principio. Como no podía ser de otra forma la joven condesa no le permitía acercarse a ella, ni tan siquiera le dejaba darle de comer. María intentando demostrar toda  su amabilidad, le explicó que era un honor poder ayudarle con sus tareas más personales. Pero la joven no cedió.



Al final de la segunda semana la joven condesa decidió dejarse ayudar, seguía hablándole como si fuera un enemigo pero se notaba que comenzaba a tenerle confianza. Un día, meses después de que entrara a su servicio, mientras le estaba dando la comida la joven condesa decidió rendirse ante aquella muchacha que tanto la estaba cuidando.
-María, ¿tú me leerías un libro?-preguntó tímidamente.
-Señorita, yo leo muy mal y muy lentamente. ¿Quiere que le pida alguien que sepa mejor para que le entretenga?
Ante el apuro que la joven condesa escuchó en su voz no pudo evitar reírse. Hacía tanto que no se reía que casi se había olvidad de ello.

-No, María. Tienes que ser tú. Hagamos un trato, el día que tú seas capaz de leer del tirón te cuento porque quisieron matarme.

La joven abrió la boca tanto que pensó que se le caería en algún momento. ¿Le habían intentado matar?¿Ella sabía quién? Aquello no podía ser cierto ella era la hija de uno de los hombres más ricos de España. Si lo que ella estaba diciendo era verdad, seguro que ya habría volado algún alma al otro mundo sin previo aviso. Antes de ni siquiera poder reaccionar su señora la interrumpió de nuevo.


-Venga, muchacha. Date aire que tengo hambre.

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domingo, 17 de mayo de 2015

Mis lecturas: Cómo sobrevivir al amor

Hola a todos,

Hoy escribo esta entrada para hablaros sobre la presentación de Cómo sobrevivir al Amor de Olga Salar el pasado 17 de Abril del 2014 en La Casa del Libro de Valencia.




Aunque he tardado un poco más en poder leerlo, porque me han surgido cosas que no me dejan mucho tiempo libre, tengo que confesar que me ha gustado mucho. Así que directamente se lo pase a mis amigas, quienes lo están devorando una tras otra.




Sinopsis:



Nora está a punto de terminar bachillerato, pero el inglés se interpone en su camino hacia la universidad. Fran, un vecino, da clases particulares de inglés, así que la madre de Nora y Marta embarcará a sus hijas en clases extraescolares.
Al final será Nora la única alumna de Fran. Inmediatamente, entre los dos surge una buena amistad, y la idea de Nora de emparejarle con Gisela, su mejor amiga. Tramará encuentros imposibles, pero como sus geniales planes no dan sus frutos recurre a sus amigos: Tania es radical en sus opiniones, Mateo propone una cita a ciegas, pero será Marta quien dará la idea definitiva, esto es, que Nora finja estar interesada en Fran, de este modo Gisela, quien siempre ha mantenido una rivalidad con su amiga, se lanzará en picado a por él.
Por primera vez en su vida, Gisela se soltará la coleta e intentará ir a por lo que cree suyo.



Sobre la autora:



Olga Salar nació el 22 de enero de 1978 en Valencia, aunque reside desde siempre en Sagunto. Se licenció en Filología Hispánica porque era la manera más sencilla de engañar a su madre, que pensaba que se estaba sacando una carrera, mientras ella saciaba su curiosidad por las palabras al tiempo que compaginaba su pasión por la lectura.
Escribió su primera novela con una teoría, para ella brillante y contrastada, sobre lo desastroso de las primeras veces, Un amor inesperado, y tras ella siguió la bilogía juvenil Lazos inmortales. Aunque, finalmente, se ha dedicado a la novela romántica adulta, género en que ha publicado Quédate esta noche, Íntimos enemigos, Una cita pendiente, Una noche bajo el cielo, Jimena no deshoja margaritas, Solo un deseo, Di que sí y He soñado contigo.
Podéis encontrar a esta autora en http://olga-salar.blogspot.com.es



Mi opinión:

Antes de empezar a escribir como una cotorra sobre lo que me pareció esta novela quiero contaros que en la presentación del libro la autora nos contó que era un encargo. Resulta que los productores de Cómo sobrevivir a una despedida de Soltera, se pusieron en contacto con Olga Salar y le pidieron que escribiera una novela contando la historia de los protagonistas diez años antes. Esto nos sitúa en 2º de bachiller, 18 años, carpetas forradas con nuestros actores favoritos, mensajes de texto, llamadas perdidas y un gran reto para la autora.



Con todos estos datos, me senté a leer con una enorme curiosidad, quería ver si había conseguido hacer suyos los personajes, que nos contaba la historia y como la había enlazado con la película.
Desde las primeras líneas me encontré con una novela ágil y divertida, que me hizo volar a mis años de instituto. Olga no solo había conseguido hacer un trabajo excelente si no que también es fresco y de lectura muy rápida.
Recuerdo que más o menos a mitad del libro cogí mi móvil para mandarles un WhatsApp a mis amigas “Mañana habré acabado Cómo sobrevivir al Amor, ¿Por qué no os lo paso y organizamos una noche para ir al cine?” Sobra decir que la respuesta fue muy positiva, a si que mi libro va ahora mismo de mano en mano y estamos buscando un día para quedar y ver la peli. Y que un libro te blinde esto, es un regalo, así que desde aquí ¡mil gracias Olga!



Tengo la suerte de mantener diez años después prácticamente el mismo círculo de amigos que cuando iba a San Bartolomé,  el colegio donde estuve recluida hasta que salí rumbo a la universidad. Así que en este libro he encontrado muchos paralelismos con mi propia vida, como por ejemplo, las quedadas, las confidencias entre amigos, los buenos consejos e incluso que en unos meses empezamos a organizar nuestra primera despedida de soltera ^^. Decir que esta novela me ha gustado es quedarme corta. Y, de corazón, os recomiendo dejar de lado por un momento vuestra vida actual para volver a ese yo adolescente que se comía el mundo a través de las páginas de este libro.
¿Os acordáis lo bonita que era la vida cuando nuestra mayor preocupación era que el chico que te gustaba te hiciera una perdida?

Mil besos,

Lupe.


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jueves, 14 de mayo de 2015

Memorias de un asesino. Carta 2

A quien le pueda interesar:

Después de la traumática muerte de Carolina, a quien encontraron en un callejón. Decidí que era el momento de cambiar de aires. Abandoné mi ciudad natal y puse rumbo a Tenerife. El mar, la costa, el buen ambiente y la gente nueva era lo que me hacía falta para olvidar todo lo que había pasado.

Nada más llegar a la isla encontré trabajo en un bar de la costa donde me acogieron como si fuera un hijo. No podía quejarme mi jefa era un verdadero amor, ese tipo de mujer que es entrañable, y mi jefe, su novio, era el hombre más divertido que he conocido jamás. Poco a poco fuimos entablando amistad. Ellos estaban encantados conmigo, no era para menos me pagaban menos que a un esclavo, y yo superé la muerte de Carolina. Al fin y al cabo, era buena chica y le había cogido mucho cariño. Me quedé muy tocado con su muerte.

La verdad es que recuerdo con cariño aquella época, trabajaba como un condenado por un sueldo de mierda y cuando salía de trabajar me lo pasaba como dios. Nunca me faltaba un ligue al que echarle el lazo, eso sí todas ellas unas zorras que en realidad no merecían vivir. Pero juro que me comporté, jamás les hice nada que ellas no quisieran hacer. Recuerdo que había una, no me preguntes que no recuerdo su nombre, que era una maldita tarada. Eh, y hablo totalmente en serio. Era una tía... ¿Cómo decirlo sin que suene pedante? Bueno solo os diré que decir que estaba buena es quedarme corto. Oye, y estaba loca por mí. Sí, sí como tal cual, sin exagerar. Aunque a mí, para ser sincero, no acaba de gustarme mucho, ya os he dicho que era una loca, pero tenía un culo y unas tetas que merecían que hiciera un esfuerzo y me la follara.

En fin, a lo que iba que me lio, a la tía esta le molaba ponerse hasta los ojos de todo y cuando os digo de todo es de todo como suena. Yo, por supuesto, más allá de un par de cervezas no solía tomarme, que al día siguiente tenía que trabajar. No sé si os lo he dicho, pero el cabrón de mi jefe me tenía como si fuera su esclavo. Bueno, pues eso, lo que os contaba, cuando la tía estaba en su propio mundo era cuando me suplicaba. Y a mí eso me volvía loco, es que en esos momentos tenía todo el control. ¿Sabéis el gusto que da eso? Ella normalmente solía pedirme que le pegara. Al principio empecé dándole cachetes o simples tortazos pero un día se me fue la mano y le di una paliza. Tengo que reconocer que cuando me di cuenta de lo que había pasado me sentí fatal. Había pegado a una mujer, era un cerdo. Pero cuando ella me pidió que lo repitiera se me fueron todos recelos que tenía con ese tema. A ella le gustaba y yo disfrutaba viéndola sufrir.

Una noche quisimos ir más allá. A decir verdad la idea fue suya, me pidió que nos coláramos en el bar que yo trabajaba para tener uno de nuestros encuentros. Aunque al principio me costó un poco aceptarlo, no quería aprovecharme de la confianza de mis jefes, al final cedí. Os puedo asegurar que es la peor decisión que he tomado en mi vida.

Es la hora de la cena, tengo que dejaros. Os confieso que al recordar los platos que hacía mi jefa me ha entrado hambre. No me queda otra que conformarme con la bazofia que sirven aquí...pero bueno no voy a morir de hambre ¿verdad?

Hasta pronto.

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viernes, 8 de mayo de 2015

María, la sirvienta. Capítulo 1. Primer día


La nevada que cayó aquel Miércoles de Ceniza hizo que por las calles de Salamanca no se pudiera prácticamente andar. María, después de despedirse de su madre dándole un beso en la frente se ajustó la capa todo lo que pudo y salió para enfrentarse al temporal.


Mientras caminaba por la calle notó como la nieve, que mojaba sus alpargatas, iba congelando poco a poco su alma. Aunque el trayecto era largo, ya que tenía que andar más de una hora, iba tan pendiente de no resbalar que no tuvo tiempo de aburrirse. Antes de llegar a su destino paso cerca de las obras de la nueva catedral donde, a pesar del mal tiempo, los hombres seguían transportando las piedras de un lado a otro. Miro atentamente entre los trabajadores con la esperanza de ver a su padre, era maestro cincelador y solía trabajar hasta que la luz del día se agotaba. Frustrada por no haberle visto siguió su camino. Le hubiera gustado darle un beso para agradecer la oportunidad que le estaba brindando. Su padre había realizado varios trabajos en el palacio de los condes y, por ello, habían requerido sus servicios.

Según le había contado su progenitor durante la cena, su labor consistía en ser dama de compañía de la hija de los condes. Al parecer la pobre muchacha había sufrido un accidente mientras montaba a caballo en el que se había quedado ciega. María sentía pena por la joven condesa, ella nunca había montado a caballo y no sabía qué alegría podría proporcionar hacerlo pero estaba segura que no podría compararse a la de ver. Aquella misma noche ella se había vendado los ojos para saber cómo debía ser el mundo de ella por un instante. Al intentar andar se había tropezado con la silla, la mesa y con todo lo que había a su alrededor. Se dio cuenta que una dama de compañía le era necesaria ya que la joven condesa necesitaba a su lado alguien le evitara tropezar y entonces sintió una enorme pena. ¿Qué hombre iba a querer a esa muchacha? ¿Cómo iba a casarse con ella alguien? Seguramente solo lo hicieran por interés, ella era la futura Condesa de Vallesol y por todos era sabido que su padre amasaba una gran fortuna.


Cuando al fin llegó al palacio de los Condes de Vallesol, eran las diez de la mañana. Nerviosa llamó a la puerta de servicio donde una mujer rechoncha la recibió.

-Hola, buenos días.
-Buenos días muchacha, ¿en qué puedo ayudarle?-contestó de forma hospitalaria.
-Mi nombre es María Alonso y vengo de parte de Jerónimo Alonso, mi padre.
-¿Tú eres María? ¡Virgen Santísima! Has crecido muchísimo-replicó sorprendida la mujer-. Pero pasa muchacha, no te quedes fuera con este frío.

Al cruzar el umbral del la puerta, María se encontró con la cocina del palacio. Era un espacio amplio con una gran mesa en el centro rodeada de sillas donde debía comer el personal. A la derecha una gran chimenea caldeaba la estancia.


-Pero siéntate muchacha, que no mordemos-dijo la mujer señalándole una silla.
-Muchas gracias, señora.
-¿Señora? Eso sí que es un buen chascarrillo. Yo soy Doña Virtudes, la cocinera, y esta que está aquí es Elvira, mi ayudante.
-Encantada de conocerlas-contestó tímidamente-. Mi padre me dijo que preguntara por Don Fernando, él me dirá que es lo que tengo que hacer.
-Sin duda tu padre es un hombre muy sabio-. Rió Doña Virtudes-. Elvira ve a buscar a Don Fernando y tú acerca esa silla al fuego, no vaya a coger una pulmonía.

Don Fernando resultó ser un hombre canoso, bajito y mal humorado que al parecer dirigía el servicio del palacio con mano dura. Sin ningún tipo de tacto, le ladró que su vestimenta no era la adecuada y que antes de presentarse ante los señores se le proporcionaría una nueva. Al verla temblar ante sus palabras el hombre entendió que se trataba de una buena muchacha. Por ello con un tono un poco más suave, que podríamos comparar con el de un gruñido, le explicó impacientemente cuáles eran sus tareas y donde estaba su habitación. Al parecer en ella habían instalado un timbre para que Doña Magdalena, que así se llamaba la joven condesa, pudiera avisarla por la noche a la hora que quisiera.


Una vez se cambió de atuendo, María, volvió a la cocina para esperar a Don Fernando como él mismo le había indicado.

-Toma, muchacha, un poco de caldo. Te vendrá bien para templar el cuerpo-le ofreció Elvira.
-Muchas gracias, pero no sé si debo to...
-No digas tonterías, tómatelo-.Insistió la mujer-.Aquí siendo hija de quien eres no ha de faltarte nada, tus padres son unas buenas personas. Antes de que subas a ver a la joven condesa quiero que te armes de valor y paciencia. La pobre esta amargada por todo lo que le ha pasado y va a querer hacerte la vida imposible. Pero hazme un favor, resiste y ten mucho cuidado.



María escuchó atentamente los consejos de Elvira, se veía que era una buena persona y que apreciaba a su familia. Por lo que parecía su trabajo no iba a ser tarea fácil y empezaba a tener curiosidad ¿cómo sería su señora?

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miércoles, 6 de mayo de 2015

María, la sirvienta


Hola a todos,

Hoy quiero presentaros la nueva Iniciativa Blog Colaboradores. En esta ocasión participo tanto como escritora como lectora haciendo una reseña. Así que os presento a mis compañeras.

En primer lugar os voy a hablar de Lo que Tahis anda escribiendo a la que voy a tener el honor de reseñar. ¡No os podéis perder su historia! Y en segundo os quiero presentar a Turquoise que va ser la encargada de reseñar mi historia. ¡Espero que le guste el relato que tengo preparado tanto como espero que os guste a vosotros!

En esta ocasión tenemos que presentar una historia de época en la que haya o aparezca una persona invidente. Sí, se lo que estáis pensando, así facilitio y tal. Jajajajaja
Ante este reto yo no pude hacer otra cosa que ponerme manos a la obra. Además de rezar a todo lo rezable para que salga algo decente y que os guste. 

Título:   María, la sirvienta 

Portada:


Sinopsis:

María es una joven que entra al servicio de los Condes de Vallesol con la misión de cuidar y devolver la alegría a su única hija. Magdalena, futura Condesa de Vallesol, acaba de sufrir un extraño accidente de caballo con el que además de la vista ha perdido las ganas de vivir. ¿Podrá María ayudarle? ¿Está Magdalena realmente a salvo?

Capítulos:



Me encantaría saber si os gusta la idea, la iniciativa y a medida que los publique los capítulos ^^

Mil besos,

Lupe

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martes, 5 de mayo de 2015

Mis lecturas: Gigoló. El amor tiene un precio

Hola a todos,

Hoy os quiero hablar de Gigoló. El amor tiene un precio el último libro de José de la Rosa.

Sinopsis:


Su novio está de viaje, sus amigos ocupadas y María ha decidido hacerlo: contratar los servicios de un gigoló por una sola noche. Sin embargo, aquella experiencia de sexo pagado con un desconocido (Allen) quizá sea más transcendente de lo que esperaba.
Dos años después se encuentran de manera fortuita, cuando ella está a punto de casarse con el hombre de su vida. Así descubre que Allen lleva desde entonces buscándola, y también que una hora de sexo de 500 libras ha podido cambiar sus dstinos para siempre. A partir de ahí, María deberá elegir si continúa su perfecta vida tal y como estaba planificada desde que era una niña o si se deja arrastrar por Allen, un hombre tan atractivo como peligroso, y de quien no puede salir nada bueno...¿Será capaz María de evitar a Allen?¿Podrá seguir con su vida tras reencontrarse?
Porque no hay mayor traición que ser infiel a una misma, José de la Rosa nos muestra que es posible salirse del guión y empezar de nuevo.

Sobre el autor:


José de la Rosa (Sevilla 1970) estudió periodismo y se ha dedicado al mundo de libro diseñando y dirigiendo la línea editorial de la novela romántica de La Máquina China. Organizó junto con Heartmaker las Jornadas de Novela Romántica que durante que durante tres años reunieron en Sevilla a los actuantes más importantes del género en nuestra lengua. Además organizó los cursos sobre este tema, publicando la base de los manuales Tu puedes escribir una novela romántica y Aprende a trabajar el erotismo en la novela. Ha publicado la colección de cuentos Pequeña historia frívola de 1700, las novelas La clave Agrippa y Vampiro. Y dentro del género romántico encontrarás sus novelas Siete razones para no enamorarse, Siete razones para odiarte y La leyenda de Tierra Firme. Lo puedes seguir en: http://docerazones.blogspot.com.es/

Mi opinión:

Tengo que confesar que hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto con un libro. No solo me refiero a la historia que está muy bien desarrollada y con la que me he enamorado como una quinceañera. Sino también con lo bien escrito que está esta novela. Es una delicia deshojar palabra tras palabra, en serio.

De José de la Rosa había leído los manuales de escritura y, la verdad, es que son muy recomendables^^. A mí, personalmente, me han ayudado mucho a la hora de escribir. Pero, en cambio, no había leído ninguna de sus novelas, esta es la primera que degusto, y siendo sincera no creo que sea la última.

En este libro nos cuenta la historia de María, una joven que sencillamente lleva toda su vida haciendo lo correcto, sin pensar, sin plantearse si es lo que realmente quiere. Y, la verdad, es que hasta ahora le ha ido bastante bien, tiene el trabajo que quiere y un novio ideal con el que está a punto de casarse para empezar una vida de ensueño. Pero, ¿es realmente ella misma? ¿Está satisfecha con su vida? María, no lo sabe, simplemente no se lo plantea. Su vida es como tiene que ser hasta que aparece el gigoló que contrató una noche por el simple placer de conocer lo prohibido. Ese hombre al que pagó por tener una noche de sexo, de quien no sabe ni su nombre pero que podría hacer saltar su vida por los aires si hablara...

Si os decidís a leer esta novela os vais a encontrar con una buena historia, fresca, entretenida, una novela puramente romántica. Ideal para acompañarla con algo fresquito y disfrutarla tomando el sol.
Espero que os guste.

Mil besos,


Lupe
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