Capítulo 12: Domingo por la tarde (2)
Escuchando a Adele me dirijo hacia el
metro. Ando todo lo deprisa que puedo. No quiero pensar, no quiero sentirme mal
otra vez por haber sido una estúpida. Sé que no es para tanto. Tal vez esté
exagerando pero las horas que David y yo pasamos juntos me hicieron pensar que
quizás había una oportunidad.
No me refiero a una oportunidad para él, ni
para mi, si no para mi corazón. Una oportunidad para que vuelva a confiar. Para
que vuelva a creer en que las cosas buenas son una realidad. Que el mundo es
bueno y la gente es honesta. Una nueva oportunidad para convencerlo de que
nadie lo va a engañar. Que nadie lo va a pisotear, ni lo va a destrozar y que
puede pasear tranquilamente sin temor. Pero no, una vez más me equivoque.
Con el reverso de la mano seco una lágrima
que sin permiso ha rebosado dejando atrás el lagrimal. Con la otra
agarro con fuerza el bolso donde llevo la ropa, y comienzo a bajar las
escaleras que me llevan a la estación del metro.
Antes de posar el pie en el primer escalón
noto como alguien tira de mí haciéndome girar.
Es David. Esta agitado, como si hubiera
tenido que correr para alcanzarme. De un tirón me quito los auriculares para
escuchar lo que me está diciendo.
-Joder, Lola, ya podía gritar ¿qué coño
escuchas tan concentrada?
-Ehh, Adele-comento sin creérmelo todavía. ¿Ha salido detrás de mí? ¿No me ha dejado plantada?
No puedo evitar que se me dibuje una
sonrisa en los labios. Tal vez, mi instinto no esté tan mal encaminado.
-¿Dónde ibas? Habíamos quedado.
Su tono denota confusión y cansancio. Tal
vez no se haya dado cuenta que me ha dicho nada en todo el día. Es lo normal,
¿no?
-No sabía nada de ti y pensé que estarías
ocupado.
-Ah, bueno ¿No te he mandado un mensaje?
-No.
-Entonces solo lo pensé.
Mi cara en ese momento es un poema. ¿Cómo?
-No, no me mires así. Es que hemos tenido
un problema muy gordo y con el estrés se me va la cabeza.
-Ya.
Sigo un poco escéptica, este hombre es un
poco raro.
-¿Dónde ibas?¿A tu casa? Venga que te
llevo.
Así sin más me quita el bolso donde
llevo la ropa y echa a andar dirección al hotel. Y yo no puedo evitar que la rabia se
apodere de mí. ¿Cómo puede pensar que le voy a seguir así como así?
Hace un
momento sentía que era una estúpida por esperar que apareciera sin más y
llevarme una decepción al no hacerlo. Y ahora, resulta que él lo daba todo por
hecho, esperaba que estuviera esperándole y pretende llevar las riendas de la
situación. Me parece que se ha equivocado.
-Un momento, ¿dónde crees que vas?
-A por la moto, ¿dónde voy a ir?
Y encima me lo dice tan pancho, será
imbécil, por lo menos podría preguntar antes ¿no? Digo yo, que aquí debo de
pintar algo pero al señor le debe parecer normal. Él se presenta sin avisar,
hace lo que quiere y punto.
-Pues yo me voy en metro-vale, tengo una
pataleta.
-¿No quieres que vaya a por la
moto?-pregunta incrédulo.
-No, no quiero.
Nos miramos con seriedad a los ojos. Yo le
estoy retando y juraría que él intenta averiguar porque me he enfadado. ¿Es que
no me lo puede preguntar?
-Vale, pues vamos en metro-cede al final.
-Que no, que no vamos. Me voy yo
sola-afirmo enfadada mientras intento quitarle el bolso de las manos.
Pero, David, lejos de darme el bolso lo
levanta alejándolo de mi.
-Vamos a ver, Lola. ¿A santo de qué viene
esta pataleta? Perdona que no te haya mandado un mensaje, se me paso por
completo. Pero ya estoy aquí. ¿Cuál es el problema?
-¿El problema?-contesto levantando la
voz-El problema es que para ti todo es muy fácil, tu decides si aparecer o no y
ahí estoy yo como una idiota esperando. Y, ¿qué me dices cuando apareces? Ah,
perdona, solo lo habré pensado. ¿Te parece normal?
Y pasa lo que menos me puedo imaginar, lejos
de responderme o de disculparse David rompe a reír. Y yo no sé si darle un
bolsazo o echarme a llorar ¿por qué es tan insoportable?
Mientras se descojona en mi cara, le quito
de las manos el bolso con la ropa que llevaba ayer y me meto en la estación con
la intención de irme a mi casa. Y la verdad es que prefería irme triste a
enfadada como ahora.
-Va, Lola, no te enfades-oigo que dice
detrás de mi.
Lo ignoro, quiero olvidarme del hombre que
está tambaleándolo todo. Hasta que lo conocí yo tenía muy claro que no quería
saber nada del género masculino.Y, ahora, no lo tengo tan claro.
En el anden, le oigo hablarme mientras me
recoloco los auriculares y le doy al play a la música. De reojo le veo sonreír,
espero que no me siga a casa.
Pero cuando llega el metro se sube a el. En
un intento de olvidarme de su existencia, me agarro al pasamanos mientras
tarareo para mi una canción.
-¿Skyfall? Buen gusto musical-me dice muy
bajito mientras me quita el auricular para escuchar lo que mi mp4 esta
reproduciendo.
Me ha encerrado entre su cuerpo y el
cristal. Si algo se puede decir de David es que es una persona insistente.
Intento ignorarlo pero su respiración pausada junto a mi oído lo hace muy
difícil.
-¿Vas a seguir enfadada mucho rato?
Niego con la cabeza, con él es imposible,
no sé porque derriba todas mis barreras y en sus ojos encuentro la paz. Me giro
lentamente haciendo que los auriculares que compartimos caigan y se queden
colgando entre los dos.
Sin atreverme a mirarle a la cara, porque
sé que su boca me va a llamar, cazo los auriculares y me dedico a jugar con
ellos.
-David, no entiendo nada ¿Por qué fuimos a
esa casa?¿Pasó anoche algo más o solo nos besamos? Y hoy, ¿por qué no has
contestado mis mensajes? Espero que no pienses que estoy loca pero necesito
alguna explicación.
-Vale, hablemos de ello. ¿Me dejas que te
invite a cenar?¿En qué parada nos bajamos?
Satisfecha por su respuesta me asomo por
encima del hombro para ver donde estamos. Por suerte no nos hemos pasado y aún
queda una parada más.
-En la siguiente-le informo sonriendo.
-Bueno pues aún tenemos tiempo.
Y, sin más, lleva mis brazos
alrededor de su cuello mientras besa mi sonrisa con pasión.
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