Después de aquel
sábado, Oliver, no pudo dejar de pensar en ella y, aunque hubiera querido, su
hijo no lo hubiera permitido. El niño que llevaba unos días pachucho le
preguntaba constantemente por ella, la llamaba con su móvil de juguete y, para
colmo, cuando aquel día le contó el cuento de los tres cerditos le dijo que él
no sabía contarlo.
-Pero,
Hugo, el cuento es como te lo está contado papá-observó
con paciencia.
-No,
no es así-contestó
obstinado el niño.
-¿Cómo
que no es así?
-No,
el dobo es bueno y no malo-señaló
el niño con su media lengua.
-El
lobo, Hugo, repite.
-El
dobo.
-lo
lo lo lobo
-dobo
bueno-insistió el
niño enfadado.
Oliver le acarició
la cabeza con cariño, desde luego su pequeño era un cabezón.
-¿Quién
te ha dicho que el lobo es bueno? ¿La abuela?-dijo
cediendo.
-Elsa.
Es guapa, ¿cuándo viene?
Vaya por dios ya
estaba allí otra vez ella. Había calado bien en el chiquillo. Tocó de nuevo la
frente del niño al darse cuenta de que estaba muy caliente. Alarmado, lo cogió
en brazos y salió en busca del termómetro. Se maldijo por no darse cuenta
cuando vio que marcaba 37ºC.
Se vistió con lo
primero que encontró por el camino, cogió las llaves del coche y se llevó al
niño al médico. Las horas que pasaron en urgencias solo sirvieron para aumentar
la fiebre de la criatura. Quién molesto porque se encontraba mal comenzó a
llorar pidiendo ver a Elsa. Desesperado por ver como estaba el niño, Oliver,
decidió llamarla por teléfono para que el niño oyera su voz esperando que se tranquilizara.
-¿Sí?
-Hola,
¿Elsa? Soy Oliver.
-¡Ah!
Hola Oliver, disculpa no tengo apuntado tu número ¿Necesitas algo?
-Sí,
bueno, verás es que estoy en el hospital con Hugo.
-¿Con
Hugo? ¿Qué le pasa?-Cortó
ella asustada.
-No
lo sé, tiene fiebre y no deja de preguntar por ti ¿Puedes hablar con él y
calmarle?-aquella
pregunta fue casi un ruego.
-Sí,
claro. Pásamelo.
Oliver colocó el
teléfono en la oreja del niño quien lo sujetó torpemente. Mientras le oía
lloriquear, rezó porque les atendieran pronto. Sabía que las urgencias estaban
saturadas con normalidad pero lo de aquel día rozaba lo imposible. Cuando con
una sonrisa cansada el niño le devolvió el teléfono, supo que aquella mujer se
acababa de ganar su corazón. Además de guapa, responsable y cariñosa, quería a
su hijo. Eso era más de lo que él se merecía. Cogió el teléfono para despedirse
agradecido.
-Elsa,
muchas gracias.
-¿En
qué hospital estáis?-preguntó
ella sorprendiéndolo.
-En
la Fe, llevamos horas esperando-contestó
él afligido.
-Vale,
ahora nos vemos.
-Pero...
-Oliver,
no me digas que no. Tardo media hora. Ahora te veo.
Le cortó la llamada
sin darle opción a réplica. Oliver, guardó su teléfono en el bolsillo y abrazo
con fuerza a su hijo notando que estaba cada vez más caliente.
-¡Mierda
de sanidad!-refunfuño por
lo bajo.
Al otro lado de la
ciudad, Elsa, entraba de nuevo en el restaurante donde iba a cenar con sus
amigos. Como todos los viernes solían reunirse en aquel local para luego salir
de fiesta. Sin dar muchas explicaciones se despidió de todos mientras recogía
sus bolsos y volvió a salir a la calle. Escuchar a Hugo en aquel estado hizo
que se diera cuenta de que lo que estaba haciendo en aquel lugar era perder el
tiempo pero lo que no esperaba es que Gabriel saliera detrás de ella para pedirle
explicaciones.
Cuando le explicó lo
que pasaba, él no tuvo la atención de mostrar un poco de compasión con aquel
niño. Al revés, arremetió contra ella echándole en cara que prefería irse con
aquellos dos desconocidos antes de quedarse con él. Ella envalentonada por la
ironía de la situación le replicó que aquellos dos desconocidos, como él los
llamaban, le habían mostrado mucho más cariño y respeto de lo que él, su
supuesto novio, lo había hecho en años. Cabreado Gabriel volvió dentro del
local si dirigirle la palabra. A ella, después de aquel circo, no le quedó más
remedio que parar un taxi que la llevará al hospital donde la esperaban.
Al entrar en la sala
ella llevaba los ojos hinchados por el llanto. Encontró a Oliver sentado en una
de las sillas con la mirada perdida y abrazado a Hugo como si fueran a
quitárselo. El niño se había quedado medio dormido, supuso que era a causa de
la fiebre.
-Hola
¿cómo está?-preguntó en
voz baja para no despertar a Hugo.
-Hola,
sigue igual-dijo el
mirándole a los ojos-¿Va
todo bien?
Antes de contestar,
ella desvió su mirada. Sabía que se le notaba que había llorado pero no quiso
contarle la verdad.
-Sí,
perfecto ¿Me dejas cogerlo?
-¿Seguro?-insistió de nuevo.
-¿Me
dejas, por favor?-contestó
mirando al niño.
-Claro-dijo mientras se lo daba.
Al abrir los ojos,
Hugo, aún medio dormido por la fiebre le regalo un gran abrazo a Elsa. A pesar
de encontrarse fatal comenzó a relatar que su padre no sabía el cuento de los
tres cerditos. Contenta por ver que él niño estaba mejor de lo que esperaba en
un primer momento, Elsa, le contó su peculiar versión del cuento. En su
historia el lobo era bueno y no quería comerse a los lobos, solo quería
asustarlos. Oliver escuchó con atención mientras los observaba. Le pareció que
ella era realmente increíble, un regalo que apareció en la puerta de su casa
una semana antes y que no debía desperdiciar.
Cuando por fin les
atendieron, no tardaron en darle la medicación oportuna para bajar la fiebre
del niño. Según le comentó el médico, el niño sufría anginas y por eso tenía
tanta fiebre. Salieron del hospital seis horas después de que padre e hijo
llegarán. Elsa llevaba en brazos a Hugo, que exhausto se había dormido y a
Oliver no se le pasó por la cabeza la opción de que no se fuera con ellos a
casa.
Al parar frente a la
farmacia que encontraron de guardia, Oliver, saco la cartera para darle dinero
y así poderse quedar el aparcado en doble fila. Cuando ella fue a recoger el
billete que él le tendía se sorprendió al ver que le cogía de la mano mientras
le dijo mirándole a los ojos.
-Muchas
gracias por todo.
Aquellas
palabras le causaron un escalofrió, notó como el bello se le erizaba y los
labios se le entreabrían. Ese hombre era irresistible y ella no
era de piedra. En ese instante, no pensó si no que actuó. Llevó la mano que le quedaba libre a su cara notando
el tacto de la barba que empezaba a nacer y, dudando por un instante, le beso
en la mejilla. Después se bajo del coche y huyó hacía la farmacia sin mirar
atrás. Ella sabía que quería sus labios pero no había encontrado el valor para
darle un beso.
Capítulo 2 Capítulo 4
Capítulo 2 Capítulo 4
Hola vengo de la asociación blogger, ya te sigo :) espero que me visites en Aisha mas que un arte. Miles de besos.
ResponderEliminarHola!Cuenta con mi visita, un saludo ^^
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ResponderEliminarHolaaaa!!! Saltan chispas!!! Ha sido un capítulo súper tierno!!! Estos chicos me tienen loca :)
ResponderEliminarEnhorabuena por la historia guapísima ^^ Sigo con el que me queda :)
Un besazoooooo :)
Guapa me daba error al comentarte y al final te he dejado tropecientos comentarios iguales :S
ResponderEliminar=D! Jajaja no te preocupes a mi también me pasa de vez en cuando! Muchas gracias!!
ResponderEliminarCasi llego al capitulo final xC no quiero que esta historia termine
ResponderEliminarMe a encantado el capitulo :3 adoro a a Hugo *-* y a ese padre tan amoroso
Un beso!!