A
quien le pueda interesar:
Después
de la traumática muerte de Carolina, a quien encontraron en un callejón. Decidí
que era el momento de cambiar de aires. Abandoné mi ciudad natal y puse rumbo a
Tenerife. El mar, la costa, el buen ambiente y la gente nueva era lo que me
hacía falta para olvidar todo lo que había pasado.
Nada
más llegar a la isla encontré trabajo en un bar de la costa donde me acogieron
como si fuera un hijo. No podía quejarme mi jefa era un verdadero amor, ese
tipo de mujer que es entrañable, y mi jefe, su novio, era el hombre más
divertido que he conocido jamás. Poco a poco fuimos entablando amistad. Ellos
estaban encantados conmigo, no era para menos me pagaban menos que a un esclavo,
y yo superé la muerte de Carolina. Al fin y al cabo, era buena chica y le había
cogido mucho cariño. Me quedé muy tocado con su muerte.
La
verdad es que recuerdo con cariño aquella época, trabajaba como un condenado
por un sueldo de mierda y cuando salía de trabajar me lo pasaba como dios.
Nunca me faltaba un ligue al que echarle el lazo, eso sí todas ellas unas
zorras que en realidad no merecían vivir. Pero juro que me comporté, jamás les
hice nada que ellas no quisieran hacer. Recuerdo que había una, no me preguntes
que no recuerdo su nombre, que era una maldita tarada. Eh, y hablo totalmente
en serio. Era una tía... ¿Cómo decirlo sin que suene pedante? Bueno solo os
diré que decir que estaba buena es quedarme corto. Oye, y estaba loca por mí.
Sí, sí como tal cual, sin exagerar. Aunque a mí, para ser sincero, no acaba de
gustarme mucho, ya os he dicho que era una loca, pero tenía un culo y unas
tetas que merecían que hiciera un esfuerzo y me la follara.
En
fin, a lo que iba que me lio, a la tía esta le molaba ponerse hasta los ojos de
todo y cuando os digo de todo es de todo como suena. Yo, por supuesto, más allá
de un par de cervezas no solía tomarme, que al día siguiente tenía que
trabajar. No sé si os lo he dicho, pero el cabrón de mi jefe me tenía como si
fuera su esclavo. Bueno, pues eso, lo que os contaba, cuando la tía estaba en
su propio mundo era cuando me suplicaba. Y a mí eso me volvía loco, es que en
esos momentos tenía todo el control. ¿Sabéis el gusto que da eso? Ella normalmente
solía pedirme que le pegara. Al principio empecé dándole cachetes o simples
tortazos pero un día se me fue la mano y le di una paliza. Tengo que reconocer
que cuando me di cuenta de lo que había pasado me sentí fatal. Había pegado a
una mujer, era un cerdo. Pero cuando ella me pidió que lo repitiera se me
fueron todos recelos que tenía con ese tema. A ella le gustaba y yo disfrutaba viéndola
sufrir.
Una
noche quisimos ir más allá. A decir verdad la idea fue suya, me pidió que nos coláramos
en el bar que yo trabajaba para tener uno de nuestros encuentros. Aunque al
principio me costó un poco aceptarlo, no quería aprovecharme de la confianza de
mis jefes, al final cedí. Os puedo asegurar que es la peor decisión que he
tomado en mi vida.
Es la
hora de la cena, tengo que dejaros. Os confieso que al recordar los platos que
hacía mi jefa me ha entrado hambre. No me queda otra que conformarme con la
bazofia que sirven aquí...pero bueno no voy a morir de hambre ¿verdad?
Hasta
pronto.
Me has dejado con la intriga......
ResponderEliminar=D!! Jejejeje
Eliminar=D!! Jejejeje
EliminarOye esto es como dejarte probar un trozo de un dulce!! Yo quiero el pastel entero ja ja
ResponderEliminar