En aquel instante, en lo que menos creía era en la suerte, a pesar
de que mi tía y mi prima intentarán hacerme ver que todo podía cambiar. Mi
mente había entrado en estado de pánico y no lo entendía. Lo veía todo perdido,
Gala se casaría con otro hombre y se alejaría de mi lado. Y si, por una remota
casualidad esto no pasaba, lo más seguro es que yo no le gustara. Esto último
hizo que mi prima, al decírselo, riera a carcajadas soltándome un sonoro «Pero,
¿cuánto hace que no te miras a un espejo» Molesto con ella salí de casa de mi
tía.
Mientras caminaba hacia mi casa no dejaba de pensar en que
seguramente Gala me despreciaría o se burlaría de mí en cuanto supiera de mis
intenciones. Solo podía recordar la primera vez que nos vimos, el desprecio de
su mirada, la mueca de asco de su boca y las duras palabras que pronunció.
En un intento de parar esta tortura, decidí dar un paseo por el
Retiro. Aquel parque con su grandeza siempre me transmitía paz y sosiego. Algo
que, en ese instante, me faltaba.
La suerte, la misma que yo pensaba que me había dado la espalda,
quiso que durante mi paseo me cruzara con ella. Estaba sentada en un banco a la
sombra de un Abedul, leyendo un libro tranquilamente. Me desconcertó verla
sola, no era algo muy habitual en aquellos tiempos, y no pude evitar observarla
como si fuera un gorrión escurridizo al que temes asustar. Estaba preciosa.
Por un instante dudé entre acercarme o dar la vuelta e irme. El
corazón me pedía a gritos que aprovechara el momento mientras la cabeza me
susurraba, «sigue
andando, iluso»
¿Qué era lo más correcto?
Me pasé la mano por el pelo, no sabía qué hacer, pero desde luego
quedarme allí plantado no era la mejor opción. «Plantado, como me dejó en la fiesta» pensé sin dejar de dudar. Cuando la volví a mirar la encontré observándome
con una sonrisa en los labios. Los llevaba del mismo color que el día que nos
conocimos, su sello de identidad. Dejó el libro que estaba leyendo en su regazo
y dando unos suaves golpes sobre el banco me invito a sentarme a su lado. Yo,
obediente como un buen niño, le hice caso y comencé a andar hacía donde estaba
ella.
-Creo que es usted a la última persona que pensaba encontrarme-contestó divertida.
-Yo...me gusta pasear-balbuceé como un
estúpido.
-Vaya, además de descarado le gusta pasear.
-Ehm, sí bueno, quería disculparme con usted por mi comportamiento
del otro día. Fue inadec...
-No diga que no quería hacerlo, por favor. Va a conseguir ofenderme-me interrumpió divertida.
-No tampoco quería decir eso-contesté apurado.
-No, claro que no. Es usted demasiado correcto para ello, nunca
ofendería a nadie con sus palabras, ¿verdad?
La miré sorprendido ¿de dónde había salido aquella mujer? ¿No era
yo el descarado?
-Ah, no me mire con esa cara, es la verdad-rió-Me tengo que marchar, muchas gracias por su compañía. Suelo venir
a leer algunas tardes, espero volver a verle.
Sin darme tiempo a decir nada, se levantó e inició su camino ¿Me
acaba de indicar que le gustaría volver a verme? Sí, desde luego aquella
deslenguada lo acababa de hacer. Sin pensarlo, dos veces eche andar por el mismo
camino que ella había tomado, tenía que alcanzarla. Pero no llegué a tiempo,
solo vi como su chófer cerraba la puerta del coche y se marchaban.
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Siiiiii, la ha vuelto a ver.
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