No puedo negar que
disfrutamos ese beso más tiempo de que yo esperaba. Cuando al fin conseguí apartar de ella la encontré con una sonrisa triste en los labios, evitando mirarme.
-Luis, esto no
puede ser-observó
con tranquilidad.
Asombrado por su actitud
la observé intensamente, esperaba sus gritos, sus malos gestos y que me tachara
como el ser más patán que se había cruzado en su vida. Pero en cambio me
encontré la calma que te infunde la certeza. ¿Cómo podía luchar contra ello?
Desesperado, me llevé
las manos a la cara con impotencia antes de hablar.
-¿Cómo puedes
estar tan segura?
-Muy sencillo, me
casó en seis meses y te puedo asegurar que pocas cosas pueden romper ese
compromiso.
-¿Le quieres?-pregunté
en un susurro.
-¿A quién le
importa eso?-dijo
mientras se sentaba derrotada.
Me senté a su lado
mientras meditaba mi respuesta. Su tono no dejaba lugar a una discusión. Se la
veía derrotada, igual que un preso que acepta que su destino es el patíbulo. Me
costó un poco asimilar lo que me estaba dejando entrever, al parecer en su
matrimonio era una transacción comercial más que nada.
-A mí me importa,
Gala. Si no le quieres todo se puede arreglar-expliqué cogiéndole
de la mano-.
Iré a Barcelona y hablaré con tu padre si me das tu permiso.
Con gesto cariñoso posó
su mano sobre mi mejilla, la ternura que vi reflejada en sus ojos hizo aletear
mi corazón dándome la certeza de que no estaba equivocado.
-No te esfuerces,
no va a valer de nada. Es un gesto muy noble por tu parte. Te aseguro que si
las cosas fueran de otro modo no dudaría en aceptar tu propuesta. Pero hay
veces que el deber es más fuerte que lo que nos gustaría que pasara. Lo siento.
Levantó lentamente su
mano para depositar un suave beso en mi mejilla. Me miro un instante a los ojos
y sin más de despidió. La vi alejarse con paso firme y certero hasta que la perdí
de vista.
Instantes después salí
por la misma puerta que ella del parque camino de mi casa. Había sido tan
tajante que no fui capaz de rebatirla, estaba en aturdido ante tata firmeza.
¿Por qué no podía romper su compromiso? ¿Sería verdad que sentía algo por mi?
¿Por qué iba a poner en juego su felicidad? Tal vez pudiera hacerla cambiar de
opinión con tiempo, pero justo eso era lo que más me faltaba. Había dicho que
quedaban seis meses para su enlace y debía suponer que en breves volvería a
Barcelona.
Aún me quedaba una
oportunidad de volver a verla, en pocas semanas se celebraría el enlace de mi
prima con su futuro esposo. Ella había confirmado su asistencia. Mientras tanto
yo intentaría averiguar cuál era la razón por la que estaba tan segura de que jamás
se rompería su compromiso.
Sin perder tiempo, al
llegar a mi casa, ordené que prepararán el coche y me equipaje. Tenía una
visita pendiente a la ciudad condal y cuanto antes llegara, antes podría
ponerme a trabajar en ello.
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