Al llegar a Barcelona
parecía que en vez de venir en coche me había pasado por encima. Hacía doce
horas que habíamos salido de Madrid en las que mi chófer y yo habíamos ido turnandonos para no perder tiempo. Eran las ocho de la mañana cuando
cruzamos la ciudad camino a la casa que mis padres tenían en el Barrio de l´Eixample.
Me gustó recorrer sus
calles, siempre llenas de gente, que a pesar de la hora, iban y venían dándole
aquel aire especial que la caracterizaba.
Conocía bien aquella
urbe, había pasado verano tras verano en sus calles desde mi más tierna
infancia. Mis padres me mandaban aquellos interminables meses con mis abuelos
paternos. Como era el único nieto que tenían, mi abuelo, un militar retirado y
algo cascarrabias, solía instruirme en el valor y la necesidad de servicio a la
patria. Mientras que mi abuela, que era un ángel, solía consentirme en todo
aquello que quería. Desde que ella falleciera no había vuelto a pisar aquella
casa, aunque al llegar me alegré de que mi padre hubiera mantenido al servicio.
Con curiosidad observé
la fachada desde el exterior. Se podía ver que la propiedad estaba cuidada,
seguía todo igual. Al tocar a la puerta me dio la sensación de que sería mi
abuela quién la abriera pero no ella ya no estaba. «Ni mis padres tampoco»
pensé mientras me abrían.
-Buenos días
señor, ¿puedo ayudarle?-preguntó amablemente un mayordomo al
otro lado.
Lo miré un instante, su
rostro me sonaba vagamente familiar, pero no sabía quién era y lo mismo le
había pasado a él. No le podía culpar, hacia más de diez años que no pisaba
aquella propiedad y sin duda había cambiado mucho en aquellos últimos años.
Antes de que pudiera presentarme, una mujer de unos sesenta años asomó la
cabeza por detrás de la puerta.
-¡Dios mío, si es
el señorito Luis!-exclamó-Pero, ¿Qué hace
en la puerta? Ximo por favor. que es el amo.
Al escuchar las
palabras de Doña Montse el muchacho abrió exageradamente los ojos. De un
respingo me arrebató la maleta de las manos mientras comenzaba efusivamente a
disculparse.
-Doña Montse, que
alegría volverla a ver-saludé mientras abrazaba a la ama de
llaves de mi abuela.
-¡Ay, señorito!
Qué alegría más grande verle, sentí tanto lo de sus padres-sollozó
abrazándome más fuerte-Enseguida preparo su habitación. Pero,
¿por qué no avisó de que venía? ¿Ha comido usted algo? No, claro que no, hay
cosas que cambian bien poco. Venga, tengo un bizcocho recién hecho.
Sin soltarme del brazo
me dirigió a la cocina, la casa seguía exactamente igual a como la recordaba.
Tal vez la veía un poco más pequeña pero supongo que era normal. Doña Montse
aunque había envejecido seguía manteniendo la misma vitalidad, nos preparó el
desayuno para mí y mi chófer mientras nos interrogaba sobre nuestro viaje. No
me sorprendió que me riñera por no haber esperado a que se hiciera de día en
Madrid para emprender mi viaje. Aquella mujer al fin y al cabo, me había
cuidado durante los veranos que pasé junto a mis abuelos y me quería.
Después de llenar la
barriga, decidí descansar el resto de la mañana, quería averiguar todo acerca
de la familia de Gala pero siendo sincero no sabía por dónde empezar. No estaba
seguro de que mis amigos de la infancia siguieran en la ciudad y tampoco sabía
cómo podría obtener su ayuda sin levantar sospechas.
Aquella misma tarde,
después de un sueño reparador, decidí preguntarle a Doña Montse. Estaba seguro
que ella estaría al tanto de que había sido de las amistades de mi familia. No
tardó en ponerme al día de la situación de los mismos. Por lo visto, la
sociedad barcelonesa era de lo más entretenida, y a su servicio no le faltaba
de que hablar. Animado por sus ganas de hablar decidí contarle que había
conocido a Gala.
-Sabe Doña
Montse, no penaba yo que la vida social en esta ciudad fuera tan agitada.
-¿Ah, no?-preguntó
curiosa-¿Qué
dicen los de la capital de nosotros? Capaces son de tenernos pasturando en el
campo. No se ofenda, señorito, pero es que en los madriles hay muy mala gente.
-No dicen nada
malo, Doña Montse-aclaré divertido-.Solo
es que conocí a una muchacha de aquí y me pareció bastante poca cosa.
-¡No me diga! ¿Y
quién es?-preguntó
con acento marcado.
Aunque conmigo hablara
en castellano, el cual dominaba perfectamente, no se podía negar que en su
entorno usaba su idioma, el catalán. Al escucharla no pude evitar que se me
escapara una sonrisa, aquella mujer no tenía remedio, era una chismosa.
-Se llama Gala
Ruiz del Valle. ¿Te suena de algo?
-¡No me digas! Pobra dona, té motius. (Pobre mujer,
tiene motivos)-me
contestó mientras me servía la cena.
Después de esa
contestación no conseguí que me contara el porqué de su comentario. Se limitó a
ponerme al día sobre todas las cosas que había que arreglar de la casa, que sin
duda eran más de las que pensaba en su momento. Por lo visto mi ama de llaves
sabía algo sobre Gala, ahora solo faltaba que conseguir que me lo contara.
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Buena entrada! ya te sigo! saludos
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
EliminarMuchas gracias!!!
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