Las tres
amigas salieron del salón y comenzaron a subir a trompicones las escaleras. Al
llegar al desván la puerta estaba atrancada.
-No puede
ser, la dejé abierta esta tarde-contestó Claudia nerviosa.
-¿Tienes un
destornillador? Creo que podría desmontar la cerradura-comentó Julia
entretenida.
-Hoy en
bricomania, un briconsejo de Julia.
-No te burles
Diana, tenemos que entrar a encontrar nuestras respuestas- regañó Claudia
bajando la escalera.
A medida que
iba bajando escalones, Claudia, comenzó a escuchar los ceceos de miles de
serpientes a su alrededor. Antes de acabar la escalera, sintió una que comenzaba
a subir por dentro del camal del pantalón. Su piel suave y mojada iba
deslizándose por su pierna en busca del lugar perfecto para morder. Los gritos
de Claudia alertaron a sus amigas, quienes al bajar por la escalera se
encontraron a su amiga tambaleándose de un lado a otro desesperada.
-Ayudarme,
por favor-gritaba desesperada-¡Una serpiente, una serpiente!
-Claudia no
hay nada.
-¡Matarla por
favor!
Diana, sin
comprender lo que pasaba cogió una de las calabazas y la lanzó contra su amiga,
quien desequilibrada cayó al suelo. En ese momento, las calabazas cobraron vida
atacando a las tres amigas. Julia asustada se apoyó en la estantería que
ocupaba el hueco de la escalera. De ella cayó un caleidoscopio antiguo que rodó
hasta Claudia, quien a patadas intentaba quitarse las calabazas de encima. «El caleidoscopio del abuelo»pensó.
Sin
saber muy bien el por qué, lo cogió y miró a través de el. Sus miles de
cristales comenzaron a formar las figuras que hacía años había aprendido de
memoria. Poco a poco los dibujos coloridos se tornaron en funestas calaveras.
Hipnotizada por esa imagen, Claudia, no podía dejar de mirar.
De pronto las
calaveras comenzaron a vomitar murciélagos que por arte de magia llenaron la
estancia. Esos pequeños vampiros les nublaron la vista a las tres amigas
haciendo que todo se tornaran negro a su alrededor. Asustada, Diana recordó
como de pequeña su madre le contaba historias en Halloween y como con una sola
palabra se paraba todo el mal.
-Lanandop-gritó
Diana de pronto haciendo desaparecer las calabazas que les estaban atacando.
-Diana,
¿qué has hecho?-reclamó Julia mientras espantaba murciélagos.
-¡No
lo sé! ¿Ves a Claudia, Diana?
-Repite
lo que has dicho-chillo Julia desesperada
-¡¡Lanandop!!
Al
pronunciar aquella palabra, los murciélagos desaparecieron dejando a Claudia en
el suelo mirando absorta a través del caleidoscopio.
-¡Dios
mío! ¿Claudia estás bien?-gritaron las dos amigas al unísono.
Claudia,
absorta en las imágenes que veía, seguía mirando como los cristales bailaban
delante de sus ojos. Las calaveras habían dado lugar a una gran hoguera que
rodeada de mujeres. Bailaban y saltaban envueltas en capas mientras que una
música ancestral llegaba hasta sus oídos. Estaban contentas, jugando con las
llamas, sonrientes y alegres se pasaban entre ellas una botellas de lo que
parecía licor.
Cuando más
entretenida estaba viendo esa imagen la música se paró. El murmullo de una masa
enfurecida la ensordeció rompiendo la imagen, mientras que un tirón la traía de
nuevo a la vida.
Tardó un buen
rato hasta que pudo enfocar de nuevo la imagen. Cuando al fin lo consiguió se
encontró a sus dos amigas sentadas en el suelo junto a ella preocupadas.
-¿Claudia,
estás bien?-preguntó Julia llorando.
-Sí, sí.
-¿Qué ha
pasado?¿Qué has visto en ese caleidoscopio?-interrogó Diana ansiosa.
-Me estaba
contando una historia, los…los cristales bailan creando imágenes que nunca
había visto. En ellas aparecían tres mujeres, aparecía la muerte y había
murciélagos.
-Nosotras
también hemos visto murciélagos, créeme-Dijo Diana sobrepasada.
-Sí pero
dijiste algo y paró el ataque-comentó Julia-¿Cómo se te ocurrió?
-Me acordé de
una historia de mi infancia-contestó Diana.
Al escuchar
la respuesta de Diana, Claudia cayó. Ella también se había guiado por sus
recuerdos, de las historias que le habían contado de pequeña. ¿Qué explicación
podría tener aquello?
Durante un
rato permaneció en silencio, ausente del parloteo que mantenían sus amigas, por
un momento se dejó llevar por los tiempos ya vividos. Se acordó de sus padres,
quienes habían muerto demasiado jóvenes, pero de los que aún guardaba algún
recuerdo. También pensó en sus abuelos, en las cosas que le les gustaba y en
ese momento le llegó la idea que estaba esperando. Tanto su abuela, como su
madre tenían siempre un libro de cabecera. Su abuela le había dicho muchas
veces que en esas páginas estaba la solución para todos los problemas. Pero,
¿dónde lo había metido después de la mudanza?
Sin decir
nada, se levantó y salió corriendo, tenía que estar en el trastero.
Diana y
Julia, la siguieron desconcertadas. A pesar de las preguntas Claudia no les
contestaba. Así que al verla mover cajas le ayudaron despejándole el terreno.
Una hora después, Claudia anunciaba con entusiasmo:
Para ser la primera vez que escribes este tipo de estilo se te da muy bien. Me tiene intrigada.;)
ResponderEliminarSi? Te gusta? Pues que sepas que me cuesta más que un parto! jajajajaja
EliminarUn beso
Q intrigaaaa!!
ResponderEliminar=D!
Eliminar¡¡¡Hola cielo!!! ¿Son brujas de verdad y no lo saben o algo? jaja
ResponderEliminarQué buena idea has tenido para incluir el caleidoscopio en la historia, le ha dado un toque muy original.
Pero lo estoy pasando angustiosamente mal ¿eh? jajaja Pobrecillas, vuelvo a decir, a mi ya me había dado un telele.
¡Un besazooo!
Brujas o no lo que es cierto es que lo van a pasar fatal jajajaja
EliminarMil besos
Ayys, quiero ya el siguiente capítulo, jajajaja. Te felicito por esta historia, con lo miedica que soy, sufro, jajaja.
ResponderEliminarBesos!
Gracias!! Pues yo no estaba nada segura de conseguir dar miedo!!
Eliminarun beso